En el ocaso de la década de 1960, el piberío formado por Freddy Murillas en las divisiones inferiores se encontraba en el punto justo para poner a Lanús en lo más alto del básquet Metropolitano, solo faltaba encontrar al hombre que entendiera visceralmente la idiocincracia del equipo y le trazara un rumbo claro. El elegido fue Raúl Garcia, un hombre del barrio, formado en las entrañas de Gimnasia y Esgrima de Lanús, que conocía al dedillo a la muchachada "Granate" y que como si fuera poco, venía de realizar un trabajo sorprendente en Velez Sarsfield. Cuando el "gallego" llegó al club, el equipo era un volcán en erupción. Destilaba talento, energía y fuego, mucho fuego. Tanto que, a veces, terminaba por autocombustionarse. Por ese motivo, a partir del día que se hizo cargo del team, más que en un capitán, García se convirtió en verdadero "Alquimista". Alguien que con mucha perspicacia, poder de análisis y métodos sencillos se puso a buscar la fórmula just
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